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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Relatos y preguntas

terrorismo

Para que un relato enraíce en la memoria más allá de los hechos son necesarias dos partes para abonarlo: quien lo pronuncia y el que lo escucha. La fijación por imponer el de las víctimas frente al de ETA requiere que ambos ingredientes se complementen adecuadamente. Aquellos que fueron cómplices por obra, aplauso u omisión de los años en que los atentados eran constantes jamás compartirán las palabras de los asesinados y sus familias. Donde hay que ahondar es en los oídos incontaminados que carecen de cualquier referencia. Es lo que pretende el proyecto impulsado por el Ministerio del Interior en colaboración con las asociaciones de víctimas en la cual quienes sufrieron la lacra del terrorismo se limitan a eso: contar con la mayor asepsia que permite el dolor qué les ocurrió a unos adolescentes ajenos por edad y contexto a aquellos días, a aquella sociedad en que las miradas y la presión social en sus variantes más crueles eran parte de la munición. La charla que inauguró en el IES Batalla de Clavijo la iniciativa en La Rioja fue sintomática de cómo recibe un relato contado ya decenas veces quien jamás lo ha escuchado en primera persona. La audiencia fue más allá de la descripción por parte de Marisol Chavarri del asesinato de su padre en 1979 en Beasain y las preguntas al final de la charla denotaron el poder que el recuerdo de un suceso tan trágico puede insuflar para evitar que se repita. ¿Todos los vascos eran los ETA (sic)? ¿Por qué no se investigaron muchos asesinatos? ¿Quién seguía a las víctimas para preparar el atentado? Y el interrogante que adolescentes con la mirada aún inmaculada comparten con quienes vieron directamente esas muertes: ¿cómo pudo llegar a ocurrir algo así?

Fotografía: Sonia Tercero


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