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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

¡Y a mí qué me cuenta!

Fuimos a despedir a nuestro hijo mayor al aeropuerto, camino de uno de esos presuntos cursos de verano para practicar inglés.Teníamos que estar de vuelta en Logroño para recoger a su hermana, el avión no despegaba, no daban información de la hora prevista y, como empezaba a correr el rumor de que el vuelo se anulaba, fuimos al mostrador de la compañía aérea a ver si alguien nos aclaraba algo. La contestación fue inolvidable: “¡Y a mí qué me cuenta! Yo sólo trabajo aquí”.

Al salir de vacaciones te las prometes tan felices, pero ¡ay si te pierden la maleta con todos los objetos personales! o si cancelan en el último momento el vuelo que te iba a llevar a ese lugar paradisíaco o esa habitación en primera línea de playa, en la que tanto has insistido, resulta que es con vistas a un muro de hormigón, está en el primero y tiene debajo los enormes extractores de la cocina del hotel. O ese aire acondicionado que no funciona –para una semana que has podido pagarte de vacaciones- y no hay otra habitación a la que cambiarte, “qué le vamos a hacer, es la única disponible, ¡a mí qué me cuenta!”.

Ya puedes ponerte a llamar, que dará igual. Para empezar, el número telefónico de contacto de equipajes extraviados es el más difícil de conseguir, y suele ofrecer la señal de ocupado o, sencillamente, nadie contesta al otro lado de la línea cuando, con suerte, se logra que entre la llamada. Pero si tienes la fortuna de que te contesten al teléfono, te van pasando con distintas personas a las que tienes que explicar todo desde el principio. Toman nota, ya te avisarán, nadie asume la responsabilidad, nadie da la cara, echan balones fuera y si insistes te dirán: “¡Y a mí qué me cuenta! Yo sólo tomo nota”.

Los que más cabrean son los “a mí qué me cuenta” de la política, como hemos visto en Cataluña este verano, con los apagones, el calvario de los trenes de cercanías o los permanentes atascos en los peajes de la autopista… En Logroño, sin ir más lejos, hemos tenido un episodio de “a mí qué cuenta” con las imágenes tercermundistas de las colas interminables después de madrugones inverosímiles para renovar el DNI.

Está claro que los jefes y los políticos tienen responsabilidades, pero no son los únicos. La eficacia de una organización o de una empresa reside en que cada uno se implique, asuma su responsabilidad y no escurra el bulto. Una de las claves es ponerse en el lugar del otro. Pero siempre pensamos que son los demás los que tienen que ponerse en nuestro lugar. ¿Y al revés? ¿Quién no se ha sacudido un problema alguna vez con un “y a mí qué me cuenta”?

El problema es que una sucesión en cadena de los “y a mí qué me cuenta” conduce al caos, a una situación donde curiosamente nadie ha creado los problemas, pero tampoco nadie quiere saber nada de ellos ni pone los medios para solucionarlos. Mientras, los ciudadanos nos quedamos en la más absoluta soledad y desconcierto, completamente indefensos ante la epidemia del “y a mí qué me cuenta”.

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Por Mayte CIRIZA

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