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Jorge Alacid

Línea de puntos

La Rioja es diferente

Dirigentes del PP, durante el pleno del pasado jueves. Foto de Díaz Uriel

 

Cuando hace unos días un pretendido artista dibujó una pretendida paloma en la tumba del dictador ignominioso, pasó desapercibido el grito con que justificó su performance: «Por la reconciliación», clamó. Una palabra que parecía desterrada del vocabulario político que sin embargo fue habitual mientras tuvo más sentido: en la Transición, cuando esa proclama se empleaba para acabar con la funesta retórica de las dos Españas. Y puesto que (se supone) triunfó la reconciliación entre nosotros, recurrir a ese concepto resultó después ocioso. Ya no había nada que reconciliar: bienvenidos al fin de la historia.

Error. Inmenso error. El camino de la reconciliación al menos en España nunca acaba. A medida que se avanza hacia ese desideratum, la línea del horizonte se aleja. Una pena. Prende aún entre el pueblo llano y sus representantes políticos la vieja idea según la cual (resumiendo mucho) sólo las gentes de derechas defienden de verdad la noción de patriotismo mientras las de izquierdas no saben bien cómo administrar el espíritu nacional. Lo cual en las democracias de nuestro entorno es un debate inexistente. España al menos en eso (en la idea de España) sí es diferente. La Rioja, menos.

O lo era. Porque el PP llevó ayer al pleno una propuesta que ahonda en semejante controversia, de donde se deduce que si se insta a recuperar la concordia es que ésta ha desaparecido. O tal vez sólo ocurre que, como es norma en otros parlamentos, también el riojano sirve como escenario para que cada partido arrime al potencial votante a su taco de papeletas. Y que puesto que el desempeño de las izquierdas patrias por Alsasua y alrededores parece mejorable y puesto que las derechas patrias compiten hoy a ver quién tiene la bandera más grande, so pretexto de invitar a reconciliarnos lo que subyace es puro cálculo electoral. Justo lo contrario de lo que hicieron los padres de la Transición. Ellos sí querían (y sabían) de verdad ponerse en el lugar del otro.

Así que todo es falso. Salvo alguna cosa. Porque sus señorías riojanas se comportan entre sí como gentes bien educadas. Inmunes al volcánico ambiente que se detecta en la carrera de San Jerónimo. Se saludan corteses, se ceden el paso a la puerta del hemiciclo, se enseñan fotos de sus criaturas por el móvil y hasta comparten grupos de guasap (otro inmenso error). Una tendencia a la armonía que aleja del Legislativo regional el genuino elemento que envenena el debate político español. El odio. Más dañino desde que se acompaña de un factor adicional igual de peligroso: el histerismo. Entre estos muros, al menos, no cunden ni lo uno ni lo otro. Apelar a la convivencia es redundante. Trivializa un asunto de mayúscula relevancia. Hace más por la concordia ver al presidente del Gobierno asintiendo ayer al discurso de un diputado de Podemos, dándole la razón desde su escaño, que tantas palabras que aspiran a lo opuesto. Las que sólo pretenden dividir.

Un repaso a la actividad política de La Rioja (y resto del Mundo)

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.