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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Añorando Las Cañas

Imagen antigua del Gran Hotel, cuyos bajos alojaron la cafetería Las Cañas.

Un reciente artículo de Eduardo Gómez en Diario LA RIOJA me ha recordado un olvido que estaba cometiendo en este blog: la ausencia de una entrada dedicada a uno de los bares que más he frecuentado en Logroño, Las Cañas. Me refiero a la cafetería primigenia, enclavada en los bajos del Gran Hotel, hoy lamentablemente abandonados luego de su conversión en hamburguesería. El edificio central se mantiene operativo pero, ay, el local donde antaño medio Logroño se daba cita y contribuía a dinamizar ese rincón tan castizo de la ciudad permanece desde hace años reclamando que algún alma caritativa se apiade de él y de paso ayude a galvanizar la zona peatonal vecina.

En sus buenos tiempos, pensar que semejante esquina principal con vistas al Espolón quedaría huérfana de actividad hubiera parecido un disparate. Porque Las Cañas hervía casi durante toda la jornada, el sueño de cualquier hostelero. El desayuno concentraba a la parroquia más madrugadora, el frenesí se disparaba luego para el café matinal, qué decir del aperitivo… Y el bullicio proseguía tras el almuerzo, porque aún se preservaba entonces (primeros años 80) el rito de la merienda de media tarde, preámbulo de otro pico de clientela: el vino o el refresco de última hora. Una última hora que se alargaba y se alargaba, de modo que no era extraño ver bien poblada su barra y sus veladores avanzada ya la noche. Lo dicho: un sueño para sus propietarios. Sobre todo, porque con el buen tiempo se completaba el panorama con una actividad igual de frenética en otro punto estratégico de la cafetería, su señorial terraza. Uno de aquellos pasos de paloma tan caros a Logroño, porque tenía lo que tiene que tener toda terraza: vistas. Vistas a la calle, a los paseantes, a la ciudad. Es decir, vistas para ser visto.

Las Cañas, que había surgido del empeño del empresario Cesáreo Remón, fue durante años epicentro de la agenda futbolística, uno de tantos núcleos blanquirrojos diseminados por la ciudad que se beneficiaba de que su propietario fuera también el llorado y eterno presidente del Club Deportivo Logroñés. Un flanco deportivo que se combinaba con otro taurino, porque allí recuerdo haber asistido a interminables tertulias por San Mateo después de cada tarde en La Manzanera, convocado por el efecto Navalón: el entonces polémico crítico no dejaba indiferente a nadie y garantizaba espectáculos de alto voltaje aunque el mundillo taurino te interesara tan poco como a mí. El tercer eje, de índole artística, lo aseguraba el vecino Gran Hotel, donde por cierto se alojaban también las figuras que venían a la feria matea… en compañía de cómicos y actores, a quienes era habitual ver desayunando en la cafetería aledaña, tanto durante las fiestas como durante el resto de la temporada teatral.

Una suma de factores que, como se deduce, otorgaba al conjunto un ambiente singular, una especie de bandera de la ciudad porque Las Cañas ostentaba ese título en compañía de otras cafeterías (La Granja, Ibiza), de modo que su desaparición supuso una pequeña puñalada en el corazón de quienes fuimos habituales de su barra. Una hermosa barra, decorada con buen gusto como el resto del local, atendida con eficacia por una plantilla de camareros tan diligentes como la propia familia propietaria. Su emigración a la cercana plaza de la Paz no se saldó con el mismo éxito: misterios de la química. El caso es que uno no terminaba de sentirse tan a gusto en el nuevo emplazamiento, aunque lo seguí frecuentando incluso en su última encarnación como Mou. Menos conforme aún me dejaba que en su anterior sede se alzara de repente la mentada hamburguesería: aunque no tengo nada contra las cadenas de comida rápida y me resisto a incorporarme a la aburrida ola antiamericana, siempre pensé que un lugar tan central de Logroño merecía otra cosa y que McDonalds me perdone. Merecía un bar a la altura de nuestras expectativas, que las dejara satisfechas con tanta clase como hizo Las Cañas: pasan los años y cada vez que paseo por esa esquina sigo viendo su terraza poblada, continúo imantado al atractivo de otro de esos bares logroñeses que tanto añoro.

P.D. Recupero aquí el comentario de Eduardo Gómez que dio pie a esta entrada: “Se cumplen 50 años de la inauguración de la cafetería Las Cañas que se instaló en los bajos del desaparecido Gran Hotel cuyo bonito palacete se mantiene en el Espolón. Fue creada por  Cesáreo Remón Armas, un recordado personaje muy popular en Logroño, donde fue concejal, presidente del Club Deportivo Logroñés y miembro de una acreditada agencia inmobiliaria familiar. Esa cafetería y su  terraza veraniega se convirtieron en centro de encuentro del todo Logroño, especialmente en San Mateo”. El todo Logroño y alrededores: porque entre la clientela con que topé una noche ya lejana figura nada menos que la infanta Elena, en su etapa de amazona y asidua del torneo hípico.

 

Temas

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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