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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

De filete ruso a hamburguesa

Samuel L. Jackson, desayunando en Pulp Fiction

Entró en nuestras vidas bajo el nombre de filete ruso y así le seguimos llamando durante largo tiempo. La España franquista era así: desconcertante. Entre denominar ese bocado al modo yanqui o hacerlo incluyendo una referencia al país de nuestros archienemigos los soviets, preferimos esta segunda opción. Por despistar. Poco después, sin embargo, nos hicimos mayores. A medida que McDonalds se fue introduciendo en nuestras vidas, sucumbimos al encanto de la comida rápida que otros llaman basura y entonces sí: entonces la hamburguesa se entronizó en nuestras cocinas, saltó a los bares y ya nadie osa llamarle filete ruso. Una pena.

Una pena, porque compruebo en la Wikipedia que la denominación aún tiene sentido. Aunque los orígenes de la hamburguesa hunden sus raíces, como casi todo, en la avanzada Roma, fueron los mongoles que dominaron las llanuras de la Europa oriental quienes divulgaron la buena nueva en forma de carne picada. De ahí nace esa expresión de filete ruso, que toma prestada alguna licencia de la geografía y la historia, y de ahí proviene también una derivación igualmente popular en nuestros fogones, el steak tartar. Con el tiempo, el gusto por comer carne picada se fue extendiendo e ingresó en el corazón de Centroeuropa, hasta acabar conquistando Hamburgo, cuyo puerto representó durante años el punto de partida de los viajes transoceánicos que poblaron Estados Unidos de hijos del Viejo Continente. Fin de la primera parte: los restaurantes de Nueva York empezaron ya a finales del siglo XIX a ofrecer a su clientela filetes “al estilo de Hamburgo” y el resto es historia. Historia contemporánea.

No aburriré más al improbable lector con esta profusión de fechas, citas y teorías sobre el nacimiento de la hamburguesa. Le regalo el enlace con la mentada Wikipedia y salto a la España de los 80, cuando desembarcó este célebre bocadillo que nos introdujo en el universo del pan de sésamo y las altas calorías con kétchup. Yo recuerdo haber consumido la primera en un bar logroñés ya desaparecido, entonces en la cumbre de su fama: el llorado Bierhause (o como se dijera), en la esquina de Gran Vía con Labradores, último eslabón de una manzana muy pródiga en experiencia hosteleras, la llamada manzana del Robinson que se componía de la mentada hamburguesería, el homónimo pub que merecerá una entrada un día de estos y su hermano menor, el Robinson Grill (donde, si no me falla la memoria, también se despachaban hamburguesas). De ahí, el devoto de esta religión tuvo que peregrinar hacia la cercana y aún activa cervecería Kaiser, imperio de la hamburguesa y de la pantalla de gigante de televisión, dos productos que así de unidos propiciaron inolvidables noches futboleras. Allí me tuvo de cliente durante el Mundial de México, los cuatro goles de Butragueño en Querétaro y (ay) el penalti fallado por Eloy ante Bélgica que prolongó nuestra maldita cita con los cuartos de final.

Tanto las del Kaiser como las del Bierhause eran hamburguesas, sí, pero no militaban dentro de la corriente de cocina rápida. Un estupendo pedazo de carne, adornado con mostaza, elaborado con esmero y presentado con dignidad; no digo que sean cualidades que falten en establecimientos como McDonalds y Burger King, por citar las dos más conocidas franquicias, contra las que nada tengo. Dan de comer por poco precio y hacen felices a los más pequeños de la casa, lo cual no es poca cosa según me parece. Son garitos sin embargo en las antípodas de los que surgen ahora por Logroño, cuya aparición justifica estas líneas: el Bococa de Bretón de los Herreros y el Burgerheim de Víctor Pradera, a quienes deseo la mejor suerte y prometo una visita. Porque soy adicto a ese manjar que me rejuvenece: me recuerda cuando era un crío y le llamaba filete ruso.

P.D. La hamburguesa, como cualquier producto de origen yanqui, permanece en deuda con el mundo del cine, desde la misma estética de aquellos garitos americanos que ahora se intentan imitar en Europa, España incluida. Grease, American Beuty (en su versión drive thru con el impagable Kevin Spacey de camarero), Regreso al futuro… Una larga lista que estaría incompleta si no incorporamos Pulp Fiction, cinta que se abre con Travolta teorizando en torno al cuarto de libra con queso al estilo francés (Royale con queso) e incluye la memorable secuencia cuya imagen ilustra estas líneas y cuyo enlace dejo aquí: la piedra angular de todo buen desayuno americano, a la salud de la variedad hawaiana llamada Big Kahuna.  Y que aproveche.

Temas

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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