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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Los bares más divertidos

Villalo Bar, en Villalobar. Foto de Justo Rodríguez

 

Hace ahora un año, Coca Cola lanzó una campaña de promoción de los bares patrios que reclamó aquí su sitio en forma de la entrada que hoy recupero. Aproveché aquella ocasión para reivindicar que yo lo vi primero (quiero decir, eso de poner de moda nuestros bares) y para rememorar la hermosa sinfonía que forman los nombres de aquellos que son o fueron más queridos. Si regreso sobre mis pasos ahora es porque me anima a hacerlo un hallazgo en forma de enlace en internet, donde se repasan también los nombres de unos cuantos bares. De unos cuantos bares con nombres raros. Raros, raros, raros. Raros y divertidos.

Veamos.Tenemos desde Bar Veider para fanáticos de la saga de George Lucas, hasta La Birra de Brian: ídem para los seguidores de Monty Phyton. Desde Menoc Donald (un chiste muy malo, me parece), hasta El Quinto Coño: al parecer, un garito alejado del centro, o eso prefiero pensar. Y otro juego de palabras muy mejorable: La Tapilla Sixtina. En fin… En esto del sentido del humor no nos detendremos: hay quien lo ejerce con ingenio, quien lo ignora y quien lo emplea sólo cuando le interesa. Esta breve recopilación, que incluye aportaciones tan gloriosas como Tasca Gao (me troncho), el restaurante Puta Parió (me desarma), Churrasic Park (me echo a llorar), Mary con Juan (sigo llorando, pero de risa) o Aroma de Berga (evito comentarios), me ha invitado a pensar en lo sosos que somos por Logroño cuando bautizamos bares. Y qué lejanos quedan los tiempos en que acudíamos a garitos llamados No se lo digas a papá o a discotecas denominadas Yo qué sé. Bueno, en realidad, yo iba a poco a ambos locales pero me consta que hicieron furor en su tiempo y que contaron como aliada con esa nomenclatura tan divertida. O al menos tan distinta.

A mí el bar cuyo nombre siempre me hizo más gracia fue el Turismo, garito que sólo algún otro senior recordará. Ubicado en el tramo postrero de Sagasta cuando esa zona de Logroño era más o menos territorio comanche, intimidaba desde el mismo acceso: un amenazador bar cuyo desconcertante nombre inquietaba tanto como la parroquia conspicua, la decoración lumpen o el sombrío aspecto de sus camareros. ¿Por qué se llamará Turismo? Era la pregunta que me hacía cada vez que mis pasos acababan a su alrededor, porque había algo peligroso y por lo tanto atractivo para un mocete que ansiaba ya afeitarse en eso de deambular por la manzana donde se ubicaba, superada la alpargatería de Ochoa. Peligroso y ridículo, como cuando te animaban los más mayores a ingresar y pedirte un tinto con paracaídas. Cosa que hice una tarde: ah, qué ingenuo.

Turismo era un nombre fetén, aunque no tan fetén como Pachuca. A mí me gustaban esos bares con denominaciones que entonces parecían exóticas cuando lo exótico aún existía: es decir, en la época anterior a Ryanair. Bares como Capri, Montecarlo o Roma. Bares como Samaray (¿Qué sería Samaray?) o Ibiza. Sonaban a películas en Cinemascope y despertaban nuestras ensoñaciones, pero ahí se acababa cualquier asomo de osadía: desde luego a nadie se le ocurría frivolizar con la partida de nacimiento de estos negocios. El nombre de un bar debía aparentar seriedad, gusto por el orden, criterio, sensatez: justo lo que uno pretende encontrar al otro lado de la barra. Un espacio cabal donde la diversión obedecía a otros factores, como la ingesta de alcoholes, y donde se negaba cualquier concesión a la autoparodia como después fue norma y ahí arriba figura esa larga nómina de bares con nombres tan curiosos para demostrarlo.

 

Bar Reinols, un bar de ficción de la serie Siete Vidas

 

No creo que exista hoy en Logroño nada por el estilo. Así que estas líneas son un mensaje en una botella, nunca mejor dicho: una invitación a quien lo desee para que me informe de si me equivoco. Si hay por nuestra ciudad desperdigado algún bar cuyo nombre merezca nuestra atención por su peculiaridad, por alguna doble lectura que se nos escapa o por lo que sea. Un pub llamado Is, por ejemplo, como le hubiera gustado titular al suyo a un querido amigo cuando filosofábamos de jóvenes… en la barra de cualquier bar, claro. O un bar llamado Reinols, como el célebre garito de la tele: otro chiste con poca gracia, me parece, aunque ha tenido éxito allá en el madrileño municipio de Pinto, donde hay un local homónimo que no es de ficción. O como estos otros que he ido pescando por la red: el Mastur Bar (jeje), el A tomar por copas (muy soez), el Notinghan Prisa (muy fino) o mi favorito, porque me regaló estupendas veladas allá en el Pleistoceno: el Salsipuedes ovetense.

 

Bar Salsipuedes, en Oviedo.

 

El Salsipuedes tiene doble alma: una acogedora casa de comidas por el día, un animado bar de copas por la noche. Muy animado: tan animado que cuando me tuvo de cliente hizo largo honor a su nombre. Con moraleja añadida: porque cuando al final en efecto lograbas dar con la puerta de salida, te tropezabas con el vecino Bar Sovia… De donde también resultaba difícil salir.

P.D. En Logroño ya confieso que ignoro hasta donde yo conozco si a los dueños de los bares les ha salido la veta ingeniosa cuando bautizan sus locales, pero fuera de la capital las andanzas de los compañeros Pío García y Justo Rodríguez recorriendo La Rioja de cabo a rabo dieron con algunos hallazgos memorables, también en materia hostelera. Es el caso del Villalo Bar, garito ubicado, como su propio nombre indica, en el municipio riojalteño de… Villalobar, donde se toman con buen humor su toponimia y reciben a indígenas y forasteros… pero solo en fin de semana. Los días laborables, como tantos otros bares de La Rioja interior, el visitante lo encontrará cerrado. En honor a su ingenio, le cabe el privilegio de presidir estas líneas.

 

 

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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