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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Una de calamares

Calamares en cucurucho en La Tarasca. Foto de Justo Rodríguez

 

A petición del querido público, al que tanto debo, como si fuera una folclórica de los años bizarros reclamo la atención del improbable lector a cuenta de una pregunta que me intriga: dónde sirven los mejores calamares de Logroño. Lanzo al aire este interrogante en espera de pronta respuesta, movilizado en efecto por las inquietudes que me trasladó un corresponsal de este blog, que me animó a enviar esta consulta por el éter a partir de sus propias cuitas. Yo le comenté que en su momento ya había tributado cumplido reconocimiento a semejante golosina, que me tiene desde antiguo entre sus devotos confesos, como se espera de todo feligrés que alguna tarde cayera en los dominios de la familia Moracia y engullera sus legendarios bocatas de calamares. O como se presupone de todo riojano que un día viajara hasta Madrid e hiciera lo que cualquier logroñés que se viste por los pies nada más aterrizar en la capital del Reino: a) Peregrinar hasta El Corte Inglés más cercano. Y b) Pedir una de calamares en la plaza Mayor y aledaños.

Pero debo admitir que nunca me había hecho a mí mismo la citada pregunta: dónde sirven los mejores calamares de Logroño. Añado a continuación que me declaro incondicional de una de sus encarnaciones recientes, que también han aparecido por aquí alguna vez: los que despachan en el Torres, en formato bocata como homenajeando a la versión original del Moderno, y aliñados con un estupendo alioli, salsa de la que soy muy fan. Pero servido en plan ración… Reconozco que no caigo. Porque ocurre con esta tapa castiza, integrante de lo mejor del recetario clásico, que exige una elaboración a menudo tan compleja que se descarta su presencia en las barras conspicuas entre semana. Sus incondicionales tendrán que conformarse con saborearla en los fines de semana, lo cual limita un poco cualquier seguimiento.

Dicho lo cual, ahí va una apresurada lista que me proporcionan fuentes de toda confianza. Que invitan a darse un festín con las raciones que despachan, por ejemplo, en el Samaray de la calle San Juan, establecimiento con solera donde los haya. O las que ofrece, segunda recomendación, el Sella de República Argentina. En ambos casos debo reconocer que toco de oído. Sí que me atrevo a soltar una sugerencia de primera mano: en La Tarasca del barrio de Siete Infantes se despachan en gracioso cucurucho unas raciones deliciosas, que consume ávida su clientela del fin de semana según tengo observado.

Aunque yo confieso: mis rabas favoritas de siempre se sirven en un bar… donostiarra. Esto es, de San Sebastián, para quienes no dominen el idioma vascuence. Se trata del Intza, por si alguien está interesado, aunque tal vez le suene más por su anterior denominación: se llamaba España, con perdón. Bar España de San Sebastián… Lo que hay que ver Y ahí lo dejo. Tropecé hace un par de glaciaciones por casualidad frente a su barra multicolor, donde brillaba la promesa de un sinfín de gollerías, que descarté en cuanto vi que desde la pizarra me llamaba el anuncio mil veces contemplado en otros tantos locales: ‘Hay rabas’. Desde entonces, no me permito pasear por la capital de Guipúzcoa sin concederme ese regalo, consistente en efecto en una espléndida ración de calamares presentada como yo prefiero. Un rebozo sutil, casi inexistente. Nada que ver con esas masas exageradas en donde uno acaba buscando el tuétano del calamar como el haba en el rosco de Reyes: allá al fondo parece que se divisa. Los calamares del Intza se preparan según una norma radicalmente contraria: una leve capa enharinada, la evanescente huella del huevo batido… Lo cual desvela el secreto de tal bocado: el producto. Calamares de primera para una ración de primera.

Así que lo dicho: si en Logroño los preparan igual de bien en cualquier barra, aquí se consignarán las aportaciones de sus seguidores. Esta es su casa. De paso se agradecerá de quien posea información fetén que aclare ese tipo de preguntas que uno se ha hecho siempre, del tipo ‘Quiénes somos’, ‘De dónde venimos’ o ‘Por qué cantamos bajo la ducha’. Esto es, por qué le llaman calamares cuando quieren decir rabas. También llamado el juego de las siete diferencias: yo, la verdad, reconozco que no distingo los unos de las otras. Pero las engullo con un placer similar, incluyendo factores de índole sentimental: al contacto con el paladar, regreso a la tierna adolescencia y me vuelvo a ver a mí mismo atacando el bocata del Moderno. La dicha culinaria costaba entonces quince tristes pesetas. Y disponía de una ventaja adicional: como se elaboraban con una materia parecida al chicle, aquellos calamares sabían a gloria. Porque se podían estirar hasta bien entrada la madrugada.

Pero ésa es otra historia.

P.D. La Rioja, como es sabido, dispone de su propio puerto de mar. Hasta no hace tanto, eran célebres las anchoas en conserva elaboradas en la factoría de… Albelda. Supongo que las pescaban en el vecino Iregua. Dispone también la región de sus propios calamares autóctonos, naturales como es lógico de Tricio: a la vega del Najerilla se cultivan estos apreciados ejemplares, que aparecen con elevada frecuencia y sobresaliente garantía de calidad en los mejores bares de Logroño. Y que son además mis favoritos cuando me someto a semejante placer en la intimidad del hogar.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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