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Bernardo Sánchez Salas

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Somos de piedra

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El otro día descubrieron en una cueva de Sudáfrica el que, por su datación, resultaría ser el dibujo más antiguo realizado por lo que llamaríamos –para entendernos- un humano. 73. 000 años debe tener el skecht, que se diría ahora. Consiste es una hermosísima pieza de arte contemporáneo. Nueve trazos o apuntes o arañazos de tono ocre incididos sobre una superficie de dos centímetros de piedra silcreta, que es una especie de cemento pero de la edad de piedra, claro. Ya lo contó Kubrick en el bucle de su 2001: en el origen fue la abstracción, las rocas con el acabado de una idea y, en fin, el monolito como de IKEA, asomando del cráter de un pretérito futurista o de un futurismo pretérito. Igual da, es el mismo punto. O ningún punto. Que no hace falta entenderlo; como tampoco hace falta entender 2001. Y luego ya nos metimos en un lío monumental. De formas y contenidos, que también son lo mismo, o casi. Un lío de monumentos. Y del que no hay dios que salga. El homo sapiens, autor anónimo de esta joya recuperada, sí que sabía el tío (o tía). Y todo cuanto sabía –entrevisto en un diorama en el que el tiempo y el espacio se confundían en el horizonte- lo contó en esas nueva rayas, anteriores a la letra redondilla y al bodegón. No es una naturaleza ni viva ni muerta. Es sólo mineral. Una imprenta, una impresión mineral. El desarrollo de una sensación mineral de las cosas alrededor, o de las cosas dentro. De la cueva y de uno. Un razón mineral, incontestable, anterior al juicio y al discurso. Anterior a la historia, del arte y de la Historia (pero esto es otra historia: el lío monumental). Aviso para navegantes, para nautas: astronautas o internautas. Y pre-digital (o post-digital, no sé). Pues –veremos cómo prosiguen las investigaciones sobre esta piedra inscrita, a ver si se da con el pin- pero todo apunta a que se trata de una especie de tarjeta que si ahora encontráramos el lector (y no andará lejos, en alguna otra cueva sudafricana), un lector, también silíceo, podríamos pasarla y ¡abracadabra! O quizá es una anotación musical, una tablatura atonal, con su propia cinética, que transcribe los sonidos del silencio primordial. Andamos por Ligeti o por Stockhausen. Más cercanos en su composiciones a la pureza mineral de la banda sonora que escuchaba el homo sapiens. Con el tiempo, te da que pensar si aquel célebre homo sapiens comenzó por el principio o por el final. De todo, me refiero. Este ‘dibujo’, por ejemplo, engastado con nueve barras (un señor código de barras) sobre una piedra poco más grande que una almendra –puro minimalismo, y anterior de paso al repujado del Quijote sobre un grano de arroz- y preservado por las entrañas de la tierra hasta que se dieran las condiciones objetivas para que, saliendo a la luz, pudiera ser reconocido al menos como un Miquel Barceló, vendría a demostrar, este dibujo, digo, que el homo sapiens, tras aquel primer instante de síntesis perfecta, de poema, fue verificando un desvío al figurativismo –desvío, arco o lapsus, lo que se prefiera- en el orden (o desorden) intelectual, oral y plástico, intentando concretar y ponerle cara a las cosas, y palabras a la ideas que nos hacemos del mundo; e interpretar el mundo como un paisaje con sus figuras, reconocibles, manejables, familiares. Pero nos hemos liado. Sin embargo, ¡voila!, el homo sapiens era un dibujante más próximo a las vanguardias y a los ismos. Y al sketching. Entendería –si hiciera falta entenderlo- el impresionismo y el expresionismo con toda naturalidad. El autor del dibujo sobre piedra silcreta tenía un trazo completamente moderno. O incluso post-moderno. Porque en esto, 73. 000 años no son nada. No podemos estar seguros de que haya un antes y un después. De lo que podemos estar seguros es de que el homo sapiens lo clavó, en una pocas líneas. Que trazaba como trazarían Picasso o Matisse. Al fin y al cabo, aquel homo sapiens empezó en esto igual que Monet inventó el impresionismo: contemplando cada día como el sol se levantaba. Ese misterio. Y anotando su impresión. Pero a diferencia de Monet, hace 73.000 no había ningún otro espectáculo que le distrajera al homo sapiens de aquel amanecer, que junto con su opuesto, el anochecer, provocaron la secuencia del arte.

Fotografía ©Craig Foster

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Espacio de opinión en el que se aúnan las artes escénicas, el panorama político, el cine, la radio, y la televisión. Además de la cultura en general y la vida en particular. Su autor es Bernardo Sánchez Salas, escritor, doctor en filología hispánica y guionista.

Sobre el autor

Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961) Escritor, Doctor en Filología Hispánica, guionista de cine y televisión y autor teatral: Premio Max en 2001 por la adaptación escénica de la película El verdugo y adaptador, también, de obras de Arthur Miller (El precio, nominado en 2003 al Max a la mejor adaptación), Tirso de Molina (La celosa de sí misma), Antonio de Solís y Rivadeneyra (Un bobo hace ciento) –ambas para la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, Aristófanes (La asamblea de las mujeres), Edgar Neville (El baile), Howard Carter Beane (Como abejas atrapadas en la miel), Jeff Baron (Visitando al señor Green, nominado en 2007 al Max a la mejor adaptación) o Rafael Azcona (El pisito). Sus trabajos teatrales –realizados para unidades de producción públicas y privadas- han sido dirigidas por Luis Olmos, Jorge Eines, Tamzin Townsend, Juan Echanove, Sergio Renán, Esteve Ferrer, o Juan Carlos Pérez de La Fuente. Es también autor de textos teatrales originales como Donde cubre y La sonrisa del monstruo (dirigidos por Laura Ortega para la RESAD), El sillón de Sagasta (dirigido por Ricardo Romanos) y La vida inmóvil (dirigida por Frederic Roda). Ha publicado estudios sobre el dramaturgo del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado algunas de sus obras; fue corresponsal de la revista El público. Autor del conjunto de relatos Sombras Saavedra (2001), publicado por José Luis Borau en “El Imán” y de monografías individuales y/o colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, Eduardo Ducay, Antonio Mingote, Pedro Olea, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine.


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