Color y música | Material escolar - Blogs larioja.com >

Blogs

Bernardo Sánchez Salas

Material escolar

Color y música

Mis hermanos me dijeron que por qué no conté también la semana pasada lo de mis padres y la Caballé. Empiezo por otro disco: un disco cuadrado. Había entonces discos cuadrados. Se llamaban “Tarjeta Hispano Fonoscope. Color y música”. Eran tarjetas postales y a la vez discos, cuadrados. De aquel viaje a Barcelona para ver a la Caballé en Salomé, a mediados de los setenta, mis padres nos trajeron como souvenir una tarjeta “Hispano Fonoscope” con la Fuente de Montjuic (Montjuich, ponía) con una grabación de… La verbena de la Paloma. ¡Ah! y el programa, grande, de la Sala de Fiestas “Scala”. Porque entonces la “Scala” era la atracción más deseada de Barcelona. Salían fuentes con chorros de colores, escenarios giratorios, una pista de hielo, bailarines acrobáticos, artistas de talla internacional (como se les solía anunciar), humoristas y variedades a lo parisino o tipo Las Vegas. Y se cenaba, porque era además restaurante-espectáculo. Sabido es lo feo que acabó aquella fantasía burbujeante, yo creo que al año siguiente de que fueran mis padres. Pues mis padres habían ahorrado durante años para poder ver a la Caballé en el Liceo y conocer, de paso, la renombrada “Scala”. A mi madre le gustaba Montserrat Caballé porque la había oído en la tele o en la radio, no sé, cantando Madama Butterfly, que era la ópera de mi madre y la de casa en general. Y la “Scala” por la fantasía, ya digo. Amigos que venían y contaban lo que era aquello de los escenarios que subían y bajaban y las apoteosis de plumas. Muchos matrimonios celebraban sus bodas de plata o del metal que fuera en aquella revista de tres pistas. Pero el objetivo de mis padres era ver y escuchar a la Caballé en el Liceu, en el papel de la Salomé de Richard Strauss, para lo que habían ahorrado. Pagaron su entrada, no de patio de butaca, sino de uno los anfiteatros, una de arriba, vaya. El ahorro tenía un límite y cuatro hijos. Salieron –sobre todo mi madre- transfigurados por el espectáculo, por la voz y por los números fuertes de los velos y de la cabeza del Bautista, entre otros. A la salida, ya de noche, tarde y aún impresionados, mi padre intentó pedir un taxi. Se paró uno, y cuando se disponían a subir el taxista les dijo que no se subieran que no les iba a coger; que era unos burgueses que podían pagarse la ópera y que a su taxi no se subían unos burgueses. Mi padre, templado, le preguntó al taxista si solía ir al fútbol. El taxista le respondió que claro que iba al fútbol, pero que eso era distinto, que no era de burguesazos. Mi padre le preguntó cuánto le costaba la entrada del fútbol. El taxista le dijo una cifra y resultó ser más cara que la entrada que habían comprado mis padres para entrar en la ópera. Por supuesto, mis padres volvieran andando al Hotel. Y muchas veces, aún años después, mi padres, que nunca volvieron a la ópera, nos contaban esto para explicarnos qué mal se entendía todo en este mundo y qué confusión existía con el precio de la cosas. Yo no he estado más que una vez en el Liceu, y por homenaje a aquel episodio de La Caballé, la Salomé y el taxista (título como para una comedia italiana). Logré entrar con mi tía María Luisa en 1984 a ver a Alfredo Kraus en Romeo y Julieta de Gounod. Julieta era Ana María González, si recuerdo bien. Con mi tía iba a todo. Y siempre, siempre, conseguíamos entradas, aunque fueran las dos últimas. Entradas imposibles. Nos había pasado con el Cyrano de Flotats, en el Polyorama, la noche anterior. En catalán, en la maravillosa traducción al catalán de Xavier Bru de Sala. Primero entre yo, con la que parecía la última localidad, arriba del todo, y cuando ya estaba empezando la función vi entrar a mi tía al patio de butacas. La felicidad. Vimos sacar a Flotats a hombros aquella noche. Pues lo del Liceo. Nos dieron lo que quedaba: dos entradas, una de las que llaman de llotja y otra de palco de anfiteatro. La primera de pie y muy arriba, poco mas que asomado al patio, y la segunda sentado. Nos íbamos así alternando mi tía y yo: un acto de pie, otro sentado. Krauss abajo, al fondo. Aún deben estar aplaudiéndole. Y desde luego, ni se nos ocurrió pillar un taxi a la salida. El caso es –ahora me acuerdo también- que cuando compramos las dos localidades, en un pequeño despacho que había a la derecha del teatro, en el Carrer de San Pau, una taquillera muy solemne, nos preguntó si no sabíamos quién iba a cantar a la semana siguiente. Le dijimos que no, que no nos sabíamos toda la programación del Liceu, y entonces, sin dar crédito por nuestra ignorancia, y así como enfadada, nos dijo: «¡nuestra Montserrat Caballé!». En fin. Todavía me pongo el disco cuadrado, y veo girar Montjuic sobre el preludio de La Verbena de la Paloma. Era otro color, y otra música.

Temas

Espacio de opinión en el que se aúnan las artes escénicas, el panorama político, el cine, la radio, y la televisión. Además de la cultura en general y la vida en particular. Su autor es Bernardo Sánchez Salas, escritor, doctor en filología hispánica y guionista.

Sobre el autor

Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961) Escritor, Doctor en Filología Hispánica, guionista de cine y televisión y autor teatral: Premio Max en 2001 por la adaptación escénica de la película El verdugo y adaptador, también, de obras de Arthur Miller (El precio, nominado en 2003 al Max a la mejor adaptación), Tirso de Molina (La celosa de sí misma), Antonio de Solís y Rivadeneyra (Un bobo hace ciento) –ambas para la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, Aristófanes (La asamblea de las mujeres), Edgar Neville (El baile), Howard Carter Beane (Como abejas atrapadas en la miel), Jeff Baron (Visitando al señor Green, nominado en 2007 al Max a la mejor adaptación) o Rafael Azcona (El pisito). Sus trabajos teatrales –realizados para unidades de producción públicas y privadas- han sido dirigidas por Luis Olmos, Jorge Eines, Tamzin Townsend, Juan Echanove, Sergio Renán, Esteve Ferrer, o Juan Carlos Pérez de La Fuente. Es también autor de textos teatrales originales como Donde cubre y La sonrisa del monstruo (dirigidos por Laura Ortega para la RESAD), El sillón de Sagasta (dirigido por Ricardo Romanos) y La vida inmóvil (dirigida por Frederic Roda). Ha publicado estudios sobre el dramaturgo del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado algunas de sus obras; fue corresponsal de la revista El público. Autor del conjunto de relatos Sombras Saavedra (2001), publicado por José Luis Borau en “El Imán” y de monografías individuales y/o colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, Eduardo Ducay, Antonio Mingote, Pedro Olea, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine.


octubre 2018
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031