(Crítica de la novela de Pilar Salarrullana) 

Comenzaré diciendo que hay pocos escritores, si es que los hay, que puedan hablar con tanta autoridad como Pilar Salarrullana sobre el tema de las sectas destructivas; recordaré que Pilar formó parte de la comisión parlamentaria, que investigó las actividades de las sectas, y ha escrito los libros de investigación sobre sectas religiosas: “Las sectas. Un testimonio vivo sobre los mesías del terror en España” (Temas de Hoy, 1990; diez ediciones) y “Las sectas satánicas. La cara oculta de los esclavos de Lucifer” (Temas de Hoy, 1991; cinco ediciones). Nos encontramos, por lo tanto, ante una autora que sabe de lo que habla, lo cual no es asunto baladí, pues, con cierta regularidad, aparecen escritores que quieren hablar de lo que no saben y se suele acabar notando. No es este, evidentemente, el caso.

         Lo novedoso del libro es que toda la información que posee, sobre este tema tan escabroso, la transforma en ficción; la autora novela la formación, organización y desarrollo de una secta religiosa, a partir de unos estafadores con ingenio y conocimientos, que hacen de un misionero comatoso “el hijo pequeño de Dios”, con el que “organizan” milagros, consiguen fieles, y acaban llenándose los bolsillos, sin ningún escrúpulo.

         La estructura de la novela es lineal, con algún salto temporal, siempre hacia delante, y escrita en pasado y en tercera persona, lo cual favorece su lectura, ya que este modo clásico de construir historias evita confusión en lectores no avezados.

         La prosa es sencilla, sin alardes literarios innecesarios, y muy práctica; escrita sin errores y con pulcritud, lo cual no es poco, y cumple perfectamente su misión de divulgación del mundo de las sectas religiosas; aunque creo que no favorece al lector la transcripción fonética que hace, en algunos diálogos, del seseo natural del habla sudamericana.

         Los personajes van captando la simpatía del lector, a pesar de su condición de estafadores, y se les acaba cogiendo cariño, como parece que les ha cogido también su creadora, lo cual crea un conflicto de intereses, a la hora de dar solución al guión argumental, y obliga a la autora a dar un corte brusco, para relatar los aspectos destructivos de la secta, aparecidos en toda su crudeza en la última parte del libro, parte que da la sensación de quedar un poco aislada del resto, pues la maldad descubierta, y narrada sin cortapisas, choca con la simpatía despertada por esos singulares personajes.

         El libro suscita, en el buen lector crítico, interrogantes sobre el mundo de las religiones, no sólo de las sectas, pues, en el fondo, todas las religiones participan mucho de las características definitorias de las sectas: milagros, peregrinaciones a lugares específicos, autosugestión o fe,  reuniones de masas, donaciones para la iglesia, etc., aunque el creyente convencido siempre distingue la suya, que es la verdadera, de las demás, que son las sectarias.

         En resumen, Pilar Salarrullana ha escrito una novela que se lee con facilidad, muy amena, y su tamaño medio- pasa de las trescientas páginas- hace que sea perfecta para un fin de semana, ya que el interés que despierta en el lector obliga a acabar su lectura en dos o tres días. Cumple por lo tanto la premisa número uno de este género: “Una novela no puede ser aburrida“. Y “La segunda venida”, desde luego, no lo es.

                                                   “ALONSO CHÁVARRI”